PRÓXIMO EVENTO: JANE AUSTEN Y LAS ARTES. ENVÍO DE PROPUESTAS

Hola a todo el mundo.

En JASES estamos organizando un evento que nos llena de ilusión y entusiasmo. Ya tenemos el título, «Jane Austen y las artes», también la fecha y el lugar: Madrid, 9 de mayo de 2020. Incluso tenemos a algunos ponentes confirmados, pero… Aún nos quedan algunas cosas por concretar. Y necesitamos vuestra ayuda.

El evento no va a consistir tan solo en ponencias y comunicaciones. Queremos que sea algo mucho más vivo y dinámico, y por esta razón va a haber talleres, exposiciones, puntos de información… Y, por supuesto, música y baile.

Queremos recibir vuestras propuestas, tanto si queréis participar de un modo activo, como si tenéis alguna sugerencia que deseéis hacernos llegar.

Así que, no lo dudes, ¿quieres participar en la Jornada «Jane Austen y las artes»? Envíanos un e-mail a la dirección info@janeaustensociety.es y te contestaremos lo antes posible.

Pintura, música, baile, moda, fotografía, escritura, gastronomía, teatro… Todas las artes tienen cabida en este evento.

Esperamos vuestras propuestas.

Un saludo 🙂

RASGOS AUTOBIOGRÁFICOS EN LAS NOVELAS DE JANE AUSTEN

Al leer con atención las novelas de Jane Austen encontramos algunos pasajes y situaciones que guardan una semejanza llamativa con algún momento de su vida. Es posible que en muchos casos no se trate de algo que responda a la voluntariedad de la autora, sino un recurso inconsciente de Austen, que vierte en sus trabajos su propia experiencia.

En los siguientes párrafos, ofreceremos un amplio elenco de ejemplos en los que hallamos este paralelismo, y explicaremos el contexto u ofreceremos citas que justifiquen nuestra opinión.

La vida de Jane Austen transcurrió casi siempre en el ámbito familiar, por lo que no es extraño que se inspirase en acontecimientos ocurridos en ese entorno para escribir sus novelas. Veamos algunos casos concretos.
Resultado de imagen de thomas knight austenEn el primero participó Thomas Knight, que, junto a su esposa, visitó a la familia de su primo, el Reverendo George Austen –padre de la escritora-. El matrimonio quedó tan gratamente sorprendido con Edward, que entonces tenía unos doce años, que el muchacho les acompañó en las siguientes etapas de su viaje. Al no tener descendencia, los Knight se ofrecieron a adoptar a Edward y procurarle todas las ventajas de su buena posición. Los Austen aceptaron y el joven abandonó el hogar familiar para vivir con sus nuevos protectores. Con el tiempo, Edward adquirió el apellido de los Knight y muchas de sus posesiones. Disfrutó de una buena situación, y pudo ayudar a su madre y hermanas a la muerte de su padre.

Aunque esta adopción supuso grandes ventajas para el muchacho y fue aceptada por su familia, no es descabellado imaginar que la separación debió de resultar dolorosa para todos los afectados. ¿Cuáles fueron los sentimientos de Jane Austen ante este hecho? No se conservan testimonios escritos de esa época, pero podemos escuchar la opinión de Mrs. John Knightley, la hermana de Emma, al hablar de Frank Churchill, que vivió una situación similar.

Resultado de imagen de isabella woodhouse“I have no doubt of his being a most amiable young man. But how sad it is that he should not live at home with his father! There is something so shocking in a child”s being taken away from his parents and natural home! I never could comprehend how Mr. Weston could part with him. To give up one”s child! I really never could think well of any body who proposed such a thing to any body else.” (E: 86)

¿Es esta la opinión de Jane Austen? Tendríamos que preguntárselo a ella para poder asegurarlo, pero no deja de ser un punto de vista muy definido sobre un hecho semejante. La adopción de Edward tuvo lugar en 1783, cuando Jane tenía ocho años. Así que, aunque todavía muy joven, fue plenamente consciente de lo ocurrido y no hay duda de que fue una experiencia que no olvidó.

Resultado de imagen de henry austenJane Austen mantuvo una relación muy afectuosa con sus hermanos a lo largo de su vida. Aunque se llevara muy bien con todos, adivinamos una especial predilección por Cassandra, que por ser la otra chica se convirtió en su confidente, cómplice y objeto de su extensa correspondencia. Y también se puede detectar una relación especialmente fluida con su hermano Henry, de carácter abierto y divertido, y que fue uno de sus grandes valedores a la hora de publicar sus novelas.

No sabemos si es casualidad o no el hecho de que el nombre de Henry aparezca en varias obras de Austen (Henry Tilney, Henry Crawford). Se trata de un nombre muy común en aquella época, pero que para ella adquirió un significado especial al vincularlo a la forma de ser de su hermano, como se puede ver en el siguiente extracto de una de sus cartas.

«Henry at White’s! Oh, what a Henry! I do not know what to wish as to Miss B., so I will hold my tongue and my wishes.» (Letters: 276)

“What a Henry!”. Una expresión cargada de sentido y afecto, de la que nos parece escuchar un eco en Northanger Abbey, cuando la afligida Catherine Morland le dice a Henry Tilney que, si John Thorpe le hubiera hecho caso y hubiera detenido el coche, ella habría saltado para ir a pasear con él.

Is there a Henry in the world who could be insensible to such a declaration? Henry Tilney at least was not. (NA: 58)

Aunque tanto Jane como Cassandra pasaron algunas épocas en internados, primero en Southampton y después en Reading, se trató de periodos muy breves que no les dejaron demasiada huella. La mayor parte de su educación la recibieron en el hogar y, especialmente, a través de la lectura. El Reverendo George Austen poseía una biblioteca muy amplia, para lo que era común entonces, y sus hijas tenían acceso total a sus volúmenes. Además, sabemos también que, como era habitual, recibieron clases de piano y practicaron durante toda su vida.

Resultado de imagen de lady catherineCuando Lady Catherine de Bourgh interroga a Elizabeth Bennet sobre su educación y los medios que se emplearon en ella, Lizzy responde del mismo modo que hubiera podido hacerlo la misma Austen.

“Then, who taught you? who attended to you? Without a governess, you must have been neglected.”

“Compared with some families, I believe we were; but such of us as wished to learn never wanted the means. We were always encouraged to read, and had all the masters that were necessary. Those who chose to be idle, certainly might.” (P&P: 145)

Imagen relacionadaYa hemos hablado de Edward, Henry y Cassandra, pero no del resto de los hermanos. James, el primogénito, fue clérigo –al igual que más tarde Henry, que antes había desempañado otros oficios-. George, el segundo, nació con una enfermedad psíquica y no vivió en el hogar familiar, sino con un matrimonio que se encargó de sus cuidados. Y quedan Frank y Charles, que fueron marinos. La profesión de estos dos hermanos tuvo una incidencia clara en las obras que estamos estudiando.

Resultado de imagen de captain benwickThe other important thing to say is that the sailor brothers were the members of the family who contributed most, directly and indirectly, to the novels. Their lives and experiences provided Jane Austen with the basis for her naval characters and the sailor brothers played an important part in the writing of Mansfield Park and Persuasion, the two naval novels. (…) James Edward Austen-Leigh (…) noted her “partiality for the Navy” and “the readiness and accuracy with which she wrote about it”. We have much to thank the sailor brothers for. (Southam: 34)

A continuación ofrecemos una cita de Persuasion en la que se transmite una visión muy positiva de la marina

Resultado de imagen de william price mansfield parkLouisa, by whom she found herself walking, burst forth into raptures of admiration and delight on the character of the navy; their friendliness, their brotherliness, their openness, their uprightness; protesting that she was convinced of sailors having more worth and warmth than any other set of men in England; that they only knew how to live, and they only deserved to be respected and loved. (P: 145)

Ciertamente, se puede apreciar esta “parcialidad por la marina” a la que se refería su sobrino más arriba y que parece fundada, al menos en parte, en su cariño fraternal.

Con el paso del tiempo, el círculo familiar se fue ampliando y, además de su madre y hermanos, incluyó a un buen grupo de sobrinos. En sus cartas, apreciamos un tono muy afectuoso al hablar de ellos, y se conservan testimonios que atestiguan que Jane era la favorita de los más pequeños. Y no solo con los niños de la familia, sino también con algunos ajenos a ese ámbito. En el siguiente extracto de una de sus cartas, escuchamos a la autora hablar sobre la visita de una pequeña, su comportamiento y las reflexiones que esto le inspira.

Resultado de imagen de jane austen kids gamesThe morning was so wet that I was afraid we should not be able to see our little visitor, but Frank, who alone could go to church, called for her after service, and she is now talking away at my side and examining the treasures of my writing-desk drawers – very happy, I believe. Not at all shy, of course. Her name is Catherine, and her sister”s Caroline. She is something like her brother, and as short for her age, but not so well-looking. (…)

Our little visitor has just left us, and left us highly pleased with her; she is a nice, natural, open-hearted, affectionate girl, with all the ready civility which one sees in the best children in the present day; so unlike anything that I was myself at her age, that I am often all astonishment and shame. (Letters: 125)

Resultado de imagen de jane austen kids gamesAunque la misma Austen afirmará que los personajes infantiles tienen poco interés, y por eso las apariciones en sus obras son tan escasas, las contadas veces en las que se les muestra son muy acertadas –a la vez que irónicas al hablar de la actitud de los mayores con ellos.

On the stairs were a troop of little boys and girls, whose eagerness for their cousin”s appearance would not allow them to wait in the drawing-room, and whose shyness, as they had not seen her for a twelvemonth, prevented their coming lower. (P&P: 134)

Seguimos dentro del entorno familiar y, concretamente, hablaremos ahora de una afición que unió a los hermanos en más de una ocasión, el teatro…

Si quieres leer el artículo entero pincha AQUÍ

Por Miguel Ángel Jordán

Del baile en el Congreso Jane Austen

Nerviosos y emocionados, los asistentes al congreso de Jane Austen en el CEU fuimos dirigidos a nuestro salón de baile particular: el salón de actos del colegio mayor, adyacente a la facultad de Económicas. Pablo Gutiérrez, director del congreso, lideró al grupo hasta el sitio; pero algunos se escaparon por el camino hacia el baño, con misteriosas bolsas en las manos y sin que gran parte del público sospechase que llevaban el equipo completo para asistir a un baile.

El director del grupo de teatro nos ofreció tres vestidos de época, de los cuales dos fueron elegidos por dos entusiastas; eran más dieciochescos que de Regencia, pero aún así estoy segura de que habrían hecho brillar de entusiasmo los ojos de Lydia Bennet. Pero, ¿creen que esto fue sólo cosa de mujeres? No, señor. Pablo Gutiérrez no se libró de participar cuando le ofrecieron una bonita chaqueta marrón con detalles dorados que bien podría haber servido para hacer un Shakespeare, pero que también podría pertenecer al señor Darcy en casos de apuro; y he de decir que estaba fantástico.

Cuando apareció la profesora de baile pidiendo voluntarios empezaron las dudas; no todo el mundo quería apuntarse. Muchos comunicantes se sentaron discretamente con la cámara en las manos, como asegurando su posición de meros fotógrafos. El profesor Jenkyns se sentó de inmediato, y observó la escena desde la distancia con aparente hilaridad (suponemos que en Bath estas cosas se hacen mejor, pero tiempo al tiempo). Y entonces aparecieron los demás: Mari Carmen Romero, de El Sitio de Jane, llevaba un vestido azul intenso que destaca en las imágenes que ofrezco por su color y corte magníficos; Mila Cahué se apuntó al estilo Lady Catherine de Bourgh e hizo su entrada con un regio vestido aterciopelado marrón, collar de perlas, y plumas en el cuello y en el cabello. Aún hubo otros dos modelos de Regencia más sencillos, de colores suaves y  corte desenfadado. Una pareja apareció también vestida: ella, con un vestido largo moderno pero romántico; él, con el equipo completo de chaleco, corbatín, chistera… ¡y patillas!

                             IMG_20160226_185254

Gracias a estos valientes y elegantes participantes, mucha gente se animó (esta humilde autora incluida), y el escenario pronto estuvo tan lleno que Catherine Morland y Mrs. Allen habrían suspirado por volver a los “tranquilos” bailes de Bath. El hecho de que todos fuéramos novatos no ayudó mucho. La paciente profesora de baile soportó parones, risas, pisotones, preguntas (¿pero a tu derecha o a mi derecha? ¿esto con qué pie?) hasta que le cogimos el truco. Y es que aprendiendo esto uno no subestima las numerosas lecciones de baile que soportaban las heroínas austenianas, la importancia de lucir dicha habilidad tras tanto esfuerzo, y lo que es más, la facilidad con la que parecen aprenderse tantos bailes distintos.

Pues sepan, lectores, que en nuestro baile, que sólo era uno y algo simplificado, había tres “fases” con distintos pasos a aprender. Yo tuve la suerte de bailar con uno de los dos hombres que había sobre el escenario, Pablo Gutiérrez y su chaqueta Shakespeariana, que supo llevar como si fuera el mismísimo Willoughby, y puedo asegurar que ninguno de los dos lo encontramos sencillo. No puedo hablar por aquellas que llevaban un vestido adecuado para la época, pero sí las vi tropezar de vez en cuando con dobladillo. ¡Qué mérito! Estoy segura de que ellas tampoco lo encontraron fácil.

Lo primero era más o menos fácil (comparado con lo que vendría después, aunque nos quejamos todos desde el principio). Una bonita vuelta alrededor de la chica (ver gif) repetida por la chica alrededor del chico. Un brazo delante y uno detras y girar uno alrededor de otro. ¡Con reverencia incluida! Pura gracia y elegancia, y la única dificultad consistió en saber por qué lado abordar a la pareja.

20160226_184604

Lo siguiente también era fácil, y tremendamente divertido, pues lo hemos visto todas en numerosas películas: dar las manos a la pareja, manteniéndolas en alto, dar unos pasos de un lado a otro y… ¡pasar por el túnel!

20160226_184840

Pero, ay amigo, la cosa se complicó. Siendo dos filas de parejas, las dos filas que daban al interior del escenario debían formar un corro, y las dos filas exteriores, otro. ¿Me siguen? Yo tampoco. Pero una vez formado un corro, que es lo que importa, tu pareja pasa a ser el hombre de tu derecha. Tras darse las manos como en el corro de la patata, y dar tres pasitos a la izquierda, toda señorita que se precie debe enrollarse cruzando los brazos SIN SOLTAR sus manos del corro. Como si Emma no tuviera más problemas en los que pensar. Luego puede una soltarse de la pareja que no le corresponde, quedándose con un solo hombre, y dar una graciosa vuelta, o dos.

20160226_184929

Y por último, se ha de recorrer el círculo intercalándose unos con otros con esa especie de “choca esos cinco” tan propio de los bailes de época. Y creo que en el último momento se añadió algo de caminar entrelazando los brazos y cambiando de lado cada tres pasos… No todo el mundo pudo seguir esa parte.

20160226_184907

Veredicto de la velada: La falta de caballeros y el hecho de ser impares no hizo mucho en favor de los bailarines, pero a pesar de ser novatos se calcula que en dos lecciones intensivas entre las lecciones de piano, pintura y francés se dominaría al menos un par de danzas.

También cabe mencionar que además de pasar mucho calor en el proceso (lo cual nos hace comprender aquellas mangas cortas en plena Inglaterra y las ingentes cantidades de oporto y ponche que se servían en los bailes), mantener ingeniosas discusiones con la pareja de baile al mismo tiempo que se siguen los pasos es imposible. O bien requiere un nivel de maestría que sólo se consigue si se deja la carrera y el colegio, se olvida una de escribir esos poemas, y se deja de una vez por todas el pianoforte, que después de oír a Jane Fairfax prefería dejarlo de todos modos.